Gabriela Osorio, alcaldesa de Tlalpan presume una atención, permanente de veinticuatro horas durante los siete días de la semana, pero en la práctica es todo lo contrario, porque a la vista de trabajadores y ciudadanía se encuentra ausente.
La política tan publicitada de mantener puertas abiertas choca con la realidad, porque
“sencillamente, no atiende a nadie”.
Como un símil de buena beisbolera se dedica a repartir bolas, dejándole a todos sus subalternos las tareas que a ella le toca cubrir.
“Yo estoy para atender todas las indicaciones de mis superiores”
en referencia a que solo está atenta a las indicaciones de la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo y de la Jefa de Gobierno, Clara Brugada Molina.
Está práctica que se acentúa día a día ha generado vacíos de atención para la buena marcha de la alcaldía de la que es titular, generando en consecuencia reclamos de la sociedad tlalpense y de los propios trabajadores del territorio que no ven una guía confiable y segura para el cumplimiento de sus obligaciones.
De esta manera queda solo en el papel de convertir a esta alcaldía en una referencia local y nacional, porque está lejos de demostrar su capacidad de innovación y soluciones integrales consensuadas que debieran confluir en un acercamiento total de autoridades, personal sindicalizado, y ciudadanos.
Una de las muestras más palpables de la desintegración que está provocando la alcaldesa Gabriela Osorio es que todos actúan por su cuenta y riesgo, muchas veces sin que ella esté enterada.
Ahí está como muestra el desbordamiento del comercio ambulante que ha hecho de las calles y avenidas unas minas de dinero ante el riesgo de accidentes, y constantes conflictos con los vecinos que ven impunemente la invasión de sus propiedades.
Otro aspecto negativo es la carencia notable de agua potable por la insuficiente estructura hidráulica que permanece sin atención desde décadas anteriores.
Y como consecuencia se ha desatado un enorme mercado negro a través de pipas piratas que venden el vital líquido, pero que paradójicamente son llenadas del agua que sustraen de los pozos oficiales, a través e chantajes, extorsiones y complicidades de funcionarios menores.
La vigilancia en Tlalpan cada día empeora, porque lejos de atender soluciones, sus responsables se dedican a inventar gastos en este rubro que nunca son comprobados.
En pocas palabras, un gobierno del pueblo para el pueblo, con el pueblo y desde el pueblo como lo han arbolado la alcaldesa en turno, está lejos de cristalizar, dejando de ser una aliada por el bienestar y tranquilidad de la comunidad para convertirse en una sombra en el menor de los casos, o una cómplice de todos los desmanes que cometen sus subordinados.
Buena parte de sus funcionarios dedica su tiempo y esfuerzos a atender gestiones de interés personal, desdibujando, totalmente, la tarea de ser eficaces en el ámbito de sus responsabilidades.
Ella, la alcaldesa ha dicho: Yo tengo al personal indicado para que atienda todas las necesidades, pero en la práctica, ni coordina ni supervisa, pone a remedio a lo que su personal hace mal, dejando que cada uno haga su libre juego.
Lo cierto y concreto, es que resulta falso que haya una gestión de puertas abiertas, porque en la práctica, es un gobierno de cerrazón.