Una escena desgarradora ha conmocionado a Argentina y al mundo: un policía federal roció gas pimienta en el rostro de una niña de diez años mientras ella estaba sentada junto a su madre durante una manifestación en Buenos Aires. El video, que capturó el momento en que el oficial ignoraba los gritos desesperados de los testigos —”¡Hay una niña, hay una niña!”— y bajaba su brazo para lanzar el gas directamente a la cara de la menor, se viralizó rápidamente, generando una ola de indignación.
El hecho ocurrió en medio de una protesta pacífica donde cientos de manifestantes exigían un aumento en las jubilaciones. En lugar de escuchar las demandas sociales, las fuerzas de seguridad reprimieron con violencia, convirtiendo la manifestación en un campo de batalla injusto y desproporcionado.
El video llegó hasta el Vaticano, donde el Papa Francisco condenó duramente el accionar del gobierno de Javier Milei. El pontífice lamentó el uso de la fuerza contra los más vulnerables y alentó a los movimientos sociales a no abandonar su lucha por “tierra, techo y trabajo”, derechos que definió como “sagrados”. Francisco subrayó la importancia de la justicia social y el respeto por los derechos humanos, especialmente en tiempos de crisis.
Este acto de brutalidad policial ha puesto bajo la lupa las políticas represivas del gobierno de Milei, intensificando el debate sobre el manejo de las demandas sociales. La imagen de una niña siendo víctima de la represión se ha convertido en un símbolo del descontento generalizado, y la indignación sigue creciendo. Los llamados a la justicia resuenan con fuerza, mientras la sociedad exige respuestas y soluciones frente a la violación de derechos fundamentales en Argentina.